martes, 5 de junio de 2012


Desdeño todo lo que es trabajo, los turnos de ocho horas, los horarios de oficina, no respeto para nada al hombre trabajador, lo compadezco. Me parece tan insípida esa clase, la trabajadora. Trabajar toda tu vida y luego morir cansado y aburrido ¡qué asco! preferiría morir de hambre en un callejón. Y no lo desdeño por qué no lo conozca, no, yo también he trabajado turnos de ocho horas ¡de diez horas! El único empleo que he podido sobrellevar es el de repartidor, de lo que sea, repartidor en moto, no importa el calor, la lluvia, el trafico, los conductores enojados, los accidentes, nada de eso importa, ni siquiera lo rutinario que puede llegar a ser el trabajo. Empacador, obrero, ayudante de serigrafía, lava carros, lavaplatos, cobrador, cajero, jefe de piso, un pelmazo, un pobre diablo ¿cómo llegar al fin de semana y sentirse orgulloso de sí mismo? ¿Cómo decir que no a la soga que cuelga del techo? ¿A la caja de pastillas?  ¿A la navaja enmohecida?   

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